#sábadocanalla: Los peligros del mercado global

No descubrimos la pólvora si, a estas alturas de la película del siglo XXI, aseguramos que cualquier mercado está globalizado, sobre todo en los productos agroalimentarios. Las restricciones en las importaciones dictadas por el gobierno de Putin, la sequía en Nueva Zelanda, la generalización de la demanda de leche en China o el cambio en las preferencias de los consumidores estadounidenses respecto a los productos lácteos son aspectos que deben tenerse muy en cuenta. Para un productor que se esmera en obtener la mayor producción con calidad en una aldea de Lugo, en el valle de Los Pedroches o en su explotación cercana a los Pirineos, cualquiera de esos aspectos que ocurren en el ámbito internacional le afectan… y mucho.

Las fronteras son algo prácticamente del pasado, sobre todo cuando se mira a la Unión Europea y al espacio Schengen. No hay ninguna restricción al movimiento de productos en prácticamente todo el viejo continente, por lo que el mercado está totalmente globalizado. Como todo en la vida, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Lo bueno es que se puede vender la leche en otros mercados distintos al de la industria que ha recogido tradicionalmente la leche en la zona. La mala es que pueden llegar cisternas de leche desde otros países europeos a precios sensiblemente bajos y distorsionar el mercado.

Por esa razón, el secreto para poder tener éxito en el mercado global está en el volumen. Un ganadero que permanezca anclado en el individualismo sólo podrá observar cómo llega leche de fuera sin hacer nada. Son los peligros del mercado global. Si está organizado en una unión más amplia con otros ganaderos, podrá comenzar a exportar leche. Y comenzar a cambiar el mundo.

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