Es una realidad innegable. Guste o no. Las peores noticias siempre venden mejor que las buenas. Los cataclismos, la enésima crisis de precios, la desaparición de explotaciones, el desplome de las cotizaciones… Todas esas noticias encuentran un foco mediático más grande que las que llaman a la esperanza: las innovaciones llamadas a obtener mayor rentabilidad, la búsqueda de nuevos mercados, los proyectos nacidos con ilusión y con ideas claras… Y esa verdad general, que en realidad forma parte de la sociedad, se cumple mucho más en el sector primario. Además, la horrenda comunicación que se desarrolla por determinados grupos y entidades relacionadas con la agricultura y la ganadería hacen que la catástrofe parezca la seña de identidad permanente del sector. Y así, los urbanitas claman que en el campo son unos ‘llorones’, que siempre se están quejando a pesar de las subvenciones que ‘disfrutan’. Den una vuelta por cualquier entorno urbano, pregunten y verán que es cierto. Muy mal hemos comunicado desde el sector primario para que se tenga esa imagen.

Lo cierto es que a veces no extraña. El repaso semanal a las noticias del sector vacuno deja esa sensación. Esta semana y cualquier otra, no nos engañemos. Que si miles de granjas van a abandonar la producción, que si los precios no se recuperan, que si no hay futuro… Noticias que en muchos casos son ciertas, no se puede negar, pero que son las únicas que salen a relucir, dejando un panorama global de desánimo y tristeza. Sólo es una parte de la realidad.

Cada semana, si se busca bien, también deja noticias para la esperanza. En los últimos siete días, hemos asistido a proyectos con leche que buscan dar esperanza a las mujeres embarazadas de los países menos desarrollados de África, los avances en mejora genética que no paran y que ayudan a que el ganadero tenga una mayor rentabilidad, países de la otra punta del mundo que se interesan por conocer nuestro sector productor, avances en la creación de nuevas figuras de calidad aprovechando el impulso positivo de las ya existentes…

No seamos tristes, por favor.